viernes, 9 de noviembre de 2007

EL ESPIRITU DEL BONSAI

Los concepto generales acerca del mundo de los bonsai Japoneses; son estas las que nos resultan más familiares. Ahora procederemos a ir mas allá y a profundizar en el tema.
El arte del bonsai se ha desarrollado en Japón, un país en el que se cumplen las cuatros estaciones del año; con aire y agua limpias, con 500 años de historia, y con sólidas costumbres y tradiciones antiguas.
En este contexto surgió y se desarrolló el arte del bonsai hasta llegar ser lo que es en la actualidad. No creo que los bonsai hubieran podido surgir en zonas tropicales, glaciales o desérticas. La vinculación del bonsai a los cambios climáticos, con las montañas, valles, ríos, lagos, tempestades, brisas, lluvias, nieve, heladas y otros fenómenos naturales, es mucho más importante de lo que se pueda imaginar.
Japón es uno de los pocos países afortunados que posee todo esto.
El bonsai no ha de ser un mero bosquejo de un paisaje o la pura repetición tridimensional de una fotocopia. Si se utiliza la naturaleza como sujeto, el fin último debe ser algo que ha sido estudiado y definido en la mente antes de comenzar a crearlo. Sólo de este modo puede definirse el arte. En Japón, por ejemplo, tenemos el teatro tradicional Noh o la danza clásica japonesa, que son la síntesis tridimensional de la música y de la historia. En Occidente existe ballet. Este se puede definir como una fusión. Como la unión de la sensibilidad humana con el arte; en este mismo sentido, el bonsai puede definirse como la unión entre la naturaleza y el arte. El teatro Noh o el ballet se expresa y termina en un período de tiempo relativamente corto. El crecimiento y desarrollo del bonsai es en cambio tan lento, que apenas resulta perceptible. El objetivo del bonsai es similar todo cuanto acontece en la naturaleza, y la naturaleza expresa su eternidad con cambios lentísimos. El bonsai pone de manifiesto precisamente el lento proceder de la naturaleza. Una vez se haya aceptado esta realidad, cuando la compresión del fenómeno bonsai haya llegado tan lejos, entonces se estará en condiciones de penetrar en el mundo del Wabi o Sabi. Es una empresa ardua, casi imposible, tratar de traducir el significado de estos términos, ya que han sido acuñados para describir sentimientos creados y realmente sentidos únicamente por los Japoneses, sentimientos madurados a lo largo de un lento proceso generacional. Además, eran sentimientos desconocidos para los occidentales hasta hace poco tiempo.
Wabi es un estado de la mente o un lugar, o la atmósfera de una ceremonia de té o un Haiku (breve pensamiento poético típicamente Japonés). Se trata de un sentimiento de gran simplicidad, de calma, de dignidad.
Sabi es un sentimiento de paz interior, de sencillez procedente de algo utilizado desde antiguo y que de nuevo se emplea y en el que es perceptible, junto al correr del tiempo, el toque de los hombres que lo han creado o poseído.
Estoy convencido de que el objetivo final al crear un bonsai es la búsqueda del Wabi o del Sabi, que deben construir el fin último del arte del bonsai.
Carezco de conocimiento suficientes para explicar la esencia del Wabi o del Sabi, pero no puedo dejar de creer que su filosofía es la búsqueda de la verdad, de la virtud y de la belleza. Todo ello es importante también en la creación de los bonsai.
El sentimiento Wabi o Sabi es algo casi estoico que se encuentra en el budismo Zen. Estos sentimientos no son comunes a todo el mundo, proceden de una disciplina tranquila aunque severa, y son propios de las personas auténticamente religiosas y de las creadoras del bonsai. Pienso que estos sentimientos son fundamentalmente amor: amor hacia las plantas, amor hacia los seres humanos, amor hacia nuestro creador DIOS.

LA FILOSOFIA DEL BONSAI

Tratar de explicar el trasfondo del bonsai supone intentar hacer comprensible una situación que incluso reputados orientales presentan de modo controvertido. Sería injusto penetrar en una realidad filosófico religioso tan compleja como la Japonesa a base de esquemas comprensibles y aceptables por parte de los occidentales. Hacerlo sería como tratar de medir el universo con un metro.
Sin embargo, si queremos comprender a fondo el bonsai, debemos esforzarnos en captar la realidad que va más allá del objeto. Ante todo, hemos de darnos cuenta de que el bonsai, como otra forma de arte, sólo podría desarrollarse en un determinado país, en Japón, donde existen las bases estéticas, filosóficas y religiosas adecuadas: el gusto por lo refinado en la simplicidad; el shintoismo (religión, filosófica, creencia nacional), cuya esencia más profunda permanece ligada a la comunidad con la naturaleza, y el espiritualismo Zen, que han introducido el Wabi y Sabi, concepto fundamentales que junto al Kami forma la conducción en la que se inspira el arte del bonsai.
Kami que también se puede traducir por “divinidad” se define, en realación a los bonsai, como espíritu, fuerza interior de las cosas, de los objetos creados por el hombre, de los acontecimientos naturales y también, como es obvio, de las plantas, ya que éstas puden ser fuerte de inspiración. Casi religiosa, y condicionantes de la vida de los hombres.
Wabi puede reconducirse, para los occidentales, hacia el concepto franciscano de la vida, al sentido del bienestar y satisfacción interior que podemos hallar al meditar a la grandeza de las manifestaciones naturales. Wabi expresa asimismo un concepto de modestia frente a la naturaleza, de aceptación de los acontecimientos naturales. Se trata de un concepto que, aunque no coloca al hombre en el centro del universo, le hace sentir parte de un plan universal.
Sabi es, en cambio, el placer de poseer, cuidar, amar cosas que el tiempo y el hombre han transformado, concepto en el que descansa el camino del paso del tiempo, de los elementos naturales que lo han moldeado y del trabajo y pensamiento de los hombres que lo han poseído anteriormente.
Pienso que, si una forma de amar y cuidar las plantas, tan extraña a la cultura occidental, se ha abierto camino en un mundo en el que el consumismo se acepta como filosofía de la vida, debe existir algunas razones para que haya sucedido así. Esta razón puede estar determinada por una postura de rechazo hacia un tipo de relación cada vez más mediatizada y artificial entre el hombre y la naturaleza. En un mundo que corre cada vez más aprisa, cultivar bonsai puede enseñar que la impaciencia es a menudo el fracaso, y que los fenómeno naturales como la sequía, la lluvia, la nieve, el hielo forman aún parte de nuestra vida cotidiana y que pueden contradecir nuestros deseos. Cuidar un árbol, comprender sus necesidades y sus exigencias, significa también comprender que nuestra propia supervivencia está ligada a las plantas. Al crear un bonsai, uno puede darse cuente, con sorpresa, de que la naturaleza no está al servicio del hombre.

LAS RAZONES DEL BONSAI

El arte de producir y cuidar árboles en miniatura es algo que puede ser practicado por cualquier persona y en cualquier parte del mundo. Poseer un bonsai particularmente fino, es una responsabilidad. Una persona que posee un bonsai debe preocuparse de perfeccionarse, estudiar el arte que éste encierra, de comprender la planta. Los japoneses han llegado a esta etapa de goce de sus bonsai y adquirir una colección de estas pequeñas obras maestras; dedican tiempo para cuidarlo, pertenecen a una sociedad de bonsai; permiten que sus mejores árboles se presenten en exhibiciones, asisten a la subasta anual, algunas veces para comprar, otras para vender o solamente para estudiar cómo se han realizado otros ejemplares.
“Es tanto el amor y cuidado que se le prodiga a un bonsai, que lo habitual es que pasen de generación en generación. Es así que cuando ya el abuelo ha desaparecido de un hogar, sus nietos recuerdan en esa planta su imagen, en cada brote, flores o frutos. Está también detrás la idea de las horas que compartieron en familia cuidando la planta, por lo tanto todos los cambios estaciónales que ocurren en ella son parte de la vida, de la continuación de ese ser que está allí y se recuerda a través del bonsai”.
Para llegar a esto en los países occidentales aún falta mucho. Quizás estamos en el camino. A lo mejor sería una buena actividad para las personas de la tercera edad, quienes se entretendrían ocupando su tiempo en cuidarlos y ala vez podrían enseñar a la familia este arte y así dejarían una buena herencia para las generaciones venideras. Hoy lo normal es que la gente se entusiasme en comprar un bonsai, por novedad, y luego, dejan que se mueran, por negligencia o por ignorancia. Esto resulta chocante, porque lo que está tirando a la basura representa muchos años de cuidado con cariño de una persona desconocida que incluso puede haber partido sembrando una semilla para hacer ese hermoso ejemplar que se dejó malograr.
Y aunque la tarea parece difícil a los que se inician en esto, no deben desalentarse. Si bien la perfección es difícil, el gozó no depende de ésta, sino de mejorar el bonsai a través de los años, pues siempre cabrá la posibilidad de arreglarle algún detalle.
En realidad no es difícil aprender a cuidar un bonsai. Con un poco de preocupación cualquiera persona que le guste las plantas podrá darle una adecuada atención; regarlo suficientemente, cuidarlo libre de enfermedades, hacer una poda siempre y aún renovar el suelo cuando sea necesario.
La pequeñez de un bonsai es algo tan sorprendente que muchas personas creen que allí debe haber algún misterio o algún tratamiento especial conocido solamente por los iniciadores; es por ello que suele oír, que un bonsai siempre muere en unos pocos meses es una cosa occidental.
Cuando esto ocurre es porque no se sabe cómo cuidarlo. La idea es entregar las herramientas para hacerlo, para que experimentes con sus propios árboles en miniatura. No es difícil, y con pasión insiste en que un occidente puede hacer tan buenos bonsai como orientales, “solo basta amarlos, estregarse a ellos y eso va trayendo la comprensión de la planta y le permite a uno descubrir sus necesidades, porque pareciera que nos hablaran”.
No se puede enseñar a hacer un bonsai “perfecto” pero se puede enseñar los principios fundamentales de este arte: “La belleza final de un bonsai está ligada a su formación” cada persona debe ver por ella misma cuál va ser la forma final del árbol que eligió para sacarle mayor ventaja; podría ser austeramente clásico o una graciosa cascada; sin simetría o adicionada a una roca (estilo Ishitsuki). La elección del macetero, el ángulo del tronco, la forma de las raíces expuestas, todo esto es necesario para hacer una obra maestra.
Siempre es recomendable tener más de un bonsai y de diferentes especies, porque así se tendrá toda la variación que se produce con los cambios estaciónales; unos árboles podrán mostrar el atractivo de sus hojas cambiando de color, para luego lucir sus troncos desnudos y los persistentes contrastarán con todas sus hojas en el árbol y su fuerte color verde; luego seguirá el interés en la floración y los frutos.
La tentación de tenerlo dentro de la casa para gozar de él es siempre muy fuerte; es por ello conveniente tener varios para llevarlos en rotación hacia el interior. También vale la pena tener un lugar adecuado para exponer un bonsai, un lugar especial en el living de la casa donde se pueda admirar mejor esta rotación de ejemplares que se traerá desde el jardín; estos podrán estar en el exterior entre otras plantas, en la semisombra, o en un espacio creado especialmente para ellos sobre un mesón (es lo más recomendado) y llevarse de a una, semanalmente, dentro de la casa. La colección podrá irse completando con bonsai de diferentes estilos.

EL ARTE Y LA NATURALEZA

El bonsai es la mezcla del arte y la jardinería, dándole así una expresión única. El que cultiva bonsai utiliza su habilidad creativa y sentido estético, es como el pintor o escultor al crear su obra. Pero además, habría que agregar el interés por la naturaleza, la variedad de formas naturales y los modelos de crecimiento, según las estaciones. La característica exclusiva del bonsai es el elemento tiempo. A diferencia de las otras obras de arte, que una vez terminadas retienen su forma fija, el bonsai introduce una cuarta dimensión. Por que el diseño se va alterando naturalmente, con las estaciones y la edad. Está en continuo desarrollo. Aquel que se dedique, ya sea por hobby o cuestiones comerciales, al arte del bonsai podía observar cómo cambia y madura su obra con el paso de los años.
Justamente, ésta es la razón por la que mucha gente se siente atraída por cultivar árboles y arbustos con la técnica bonsai. Algunos le dedican mucho tiempo y así pueden desarrollar una extensa colección de bonsai, que para exponerla necesitará un espacio importante.
También, pude cultivar árboles una persona que vive en un pequeño departamento y disfrutar del contacto con la naturaleza.
Mucho mejor si tiene una terraza, patio o un balcón para ubicar las distintas especies. El esfuerzo puesto en el cuidado y desarrollo del bonsai puede ser tan gratificante si se aplica el cultivo de dos o tres árboles jóvenes como al de una colección madura. Ya que no todas las personas tienen la misma necesidad de ocupar todo su tiempo en esta tarea. De todos modos, el bonsai es accesible para personas de cualquier edad.

NO TODO SE REDUCE A LA TÉCNICA

Volvamos a la realidad. El bonsai es un arte extraño con el que se puede crear sensaciones de realidad y naturaleza por medio de la manipulación, durante un largo periodo de tiempo, de árboles, piedras, rocas y maceteros. Cada bonsai es un original del que no existe copia, su creación jamás podría darse por acabada y siempre se deberá seguir adelante.
El arte de bonsai no puede enseñarse del todo a través de técnicas exactas, como sucede, por ejemplo, con el Ikibana, que es el arte de la composición floral. Esto se debe, ante todo, a la necesidad de proteger la vida de la planta.
Limitar el bonsai a una determinada técnica de las plantas. Si se intenta forzarlas bajo un esquema determinado, sin considerar su propia naturaleza, puede llegar a morir. Esto se debe a que la fisiología de las plantas es limitada y deben conocerse estos límites y tenerlos presentes cuando se trata de crear un bonsai. Aparte de algunos árboles salvajes, pienso que los bonsai son los seres vivientes más viejos, lo que significa que hay que ayudarlos a vivir cuidándolos con amor y compartiendo con ellos las alegrías y las penas. Se dice que la vida de un cerezo salvaje, en la naturaleza, es de unos 120 años, pero no es extraño ver ejemplares bonsai de esta especie aún más viejos. Es un sentimiento religioso que se demuestra cuidando y amando a un bonsai que es mucho más viejo que otros mismos.
Quienes, hoy en días, están interesados por el arte del bonsai, han estudiados de un modo u otro bajo la guía de algún buen maestro y han aprendido las técnicas para crear un Chokkan (Tronco Recto), un Moyogi (Tronco Informal), un Sacan (Tronco Ondulado) y un Kengi (Árbol de Cascada); pero, al llegar al nivel del Nejikan (tronco Retorcido) o al sistema para forzar el aparato radicular a las ramificaciones, se dan cuenta de que no todo sucede como habían pensado.
A pesar de llevar trabajando con bonsai 7 años, debo superar problemas casi cotidianos relacionados con los abonos; el tipo de tierra, el riego, las piedras o las rocas o para sujetar las ramificaciones.
Jamás ha existido un método rápido para tomar importantes decisiones, y a menudo se requieren muchos años para llegar a una solución satisfactoria. Hace poco que llegué a una conclusión personal; la técnica más atractiva del arte del bonsai es la de transformar una planta de aspecto no natural en una de aspecto natural.